sábado, 8 de agosto de 2015

CRÍMENES (inspirados en Max Aub)

Habíamos quedado para comer. La verdad es que a mí no me hacía especial ilusión quedar con ella, pero era tanto el interés que había mostrado en que nos viéramos que empezaba a pensar que querría decirme algo importante, aunque no adivinaba qué asunto relevante podría plantearme un ser tan insustancial. Además, me cuesta inventar excusas aun cuando estoy segura de lo aburrido del evento. Nunca me ha gustado mentir.
 
El local era uno de los que se habían puesto de moda en la ciudad. Uno de tantos. Decoración aséptica, camareros con barba y, como no, el doble del que, examinándolo desde fuera, podría ser el aforo máximo. Nos hicieron hueco como pudieron en un extremo de la barra y, una vez acomodadas, mi (¿cómo podría decirlo?) "compañera" desenfundó el móvil (aunque quizá lo llevaba en la mano todo el tiempo) y comenzó a chatear vía whatssapp. Será un momento, pensé, quizás es de esas personas que tiene que comentarle en todo momento a su madre o a su pareja dónde está, con quién y qué hace. Como no tenía un conocimiento tan profundo de su persona, le concedí el beneficio de la duda. Mala señal cuando me dijo que pidiera lo que quisiera, que a ella le gustaba todo. Pedí una de callos, que en este tipo de restaurante nunca se llaman sólo callos, sólo por probar tan aventurada afirmación. Las mollejas las encargué porque me gustan.
 
Mientras esperábamos que trajeran la comida la conversación se vio interrumpida en varias ocasiones por el molesto pitido de sus mensajes, de los cuales, al tiempo que contestaba, me iba haciendo partícipe. Para entonces ya me había dado cuenta de que ni mi conversación con ella ni las múltiples que mantenía por el móvil justificaban que yo, en ese momento, estuviera allí con esa persona y no con cualquier otra, en cualquier otra parte. Mas, como me han educado bien, no hice muestra alguna de mi descontento. Antes bien, procuraba parecer realmente interesada en lo que hablábamos: ella, yo y sus contactos.
 
La comida nos la trajeron de una vez, por eso de que nos diéramos prisa. Era la hora punta y, según sus cálculos, en nuestro privilegiado extremo de la barra podrían caber cinco de las veinte personas que esperaban en la calle para entrar en el restaurante. Yo, tenedor en mano, ya me disponía a probar el primer callo cuando mi "compañera" decidió que era buen momento para sacarnos no una, sino varias fotos. Entonces extrajo de su bolso un palo, colocó en un extremo su móvil y me encargó a mí, "porque tienes el brazo más largo", que sostuviera aquél y presionara el botón. Todo el mundo sabe que quien saca el selfie es el peor parado, el rival más débil. También lo malos que están los callos y las mollejas, sobre todo las mollejas, cuando se enfrían. A pesar de ello cumplí, como pude, mi cometido, hecho lo cual, pude saborear la comanda. Que la comida estaba tan buena que compensaba la incomodidad del local y la molesta compañía sería mucho decir, pero fue una grata sorpresa. Materia prima de calidad y cuidado proceso de elaboración.  Si no me hubiera tenido que ir con prisa, me habría gustado felicitar al o a la chef (y, ya de paso, comprobar si también tenía barba).


 
 
Mientras yo elegía el postre, mi "compañera" elegía cuál de las múltiples fotos que nos habíamos sacado iba a subir a su cuenta de Instagram, Facebook, Twitter, Ing...y fue a colgar, precisamente, una en la que yo salía con los ojos cerrados. Verán, soy miope y las lentillas me secan los ojos, por lo que tengo que parpadear, de media, más que una persona, digamos, normal. No me preguntó, simplemente la subió y comprenderán que una, además de principios, tiene una imagen, así que me arrebaté. Lo reconozco, perdí los nervios y le clavé el palo selfie en un ojo. Presentó un poco de resistencia al principio, pero luego le atravesó la cabeza sin dificultad.
 
La dejé allí, en ese rincón, sangrando, pero antes le hice una foto y la subí a su cuenta. Tuvo muchos likes. Pensaron que era un montaje.

 

1 comentario:

  1. Ole y ole! Aub habría estado complacido. Aunque atravesar una cabeza con un palo debe ser más difícil. Al menos a mí me lo pareció...;)

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