viernes, 20 de marzo de 2015

AMOR (IV)

El amor de caridad (ágape)

Dijo Tucídides:

"Como vemos por experiencia en lo que toca a los hombres y creemos por tradición en lo que toca a los dioses, cualquier ser ejerce siempre, por un requisito natural, todo el poder de que dispone".

Se trata, de hecho, de la lógica de la guerra, pero también de la política y de la economía. Siempre y en todas partes, un partido o una empresa tenderán a ejercer al máximo su potencia, aunque (o quizá, precisamente) eso signifique oponerse a los demás, que se oponen a él o lo amenazan.Y como los contendientes, los partidos y las empresas se componen de personas, esa lógica acaba trascendiendo al individuo, llegando a la calle, a tí, a mí y a ella, y convirtiendo la coexistencia en una auténtica jungla donde lo que tú no tomes, a donde tú no llegues, será ocupado, tomado, usucapido por el más rápido, por el más fuerte o, simplemente, por el que pasaba por ahí. La ley de la jungla. La lucha por la supervivencia.

Piénsese en el típico ex o en el conato de pareja que en cuanto advierte que su infausto enamorado empieza a dar señales de felicidad en el seno (y aquí podría dejarlo) de otra relación, pone en marcha la maquinaria del Ilusionator (léase como Rastreator) o creador de falsas ilusiones, para peturbar a éste, llevarle al campo de la indecisión ("mengana es una joya, pero es que fulana, siempre será fulana...") y cuando el tercero-tirita se cansa de esperar, ZASCA!, ya tenemos al infausto enamorado de vuelta al pozo, porque, cruda realidad, el #típicoexoconatodepareja no pretendía nada más que mantener su cupo de fans, su dominio allí donde tiene la posibilidad de dominar.

O piénsese en la potencia alegre del amor, que de potente puede llegar a ser demasiado afirmativa, demasiado expansiva, demasiado invasiva, hasta el punto de convertir al ser amado en un ser sumamente dependiente.

Nos encontramos, por tanto, con que la lógica de la guerra, de la política y de la economía, se aplica también a nuestras relaciones intersubjetivas.




Lo dicho hasta ahora es verdad, siempre es verdad, salvo cuando existe el amor de caridad. ¿Que qué es el amor de caridad? Es un amor que renuncia a ejercer al máximo su potencia. Es un amor libre de cualquier concupiscencia, de cualquier codicia, de cualquier egoísmo; cuando sólo queda benevolencia, cuando quiero al otro por su propio bien y ya no por mi propio bien.

Dijo Adorno:

"Serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad sin que el otro se sriva de ella para afirmar su fuerza".

Me cuesta encontrar ejemplos de este tipo de amor, quizá porque es un ideal, más que algo real. Y es que la regla general es el miedo, miedo a perderlo por practicarlo cada vez más amplio, cada vez más abierto y cada vez menos posesivo o egoísta. Miedo a sufrir. Miedo a hacer sufrir. Miedo a decepcionar. Miedo que nos lleva a dominar allí donde el otro descuida la vigilancia para amanecer instalados cuando se quiere dar cuenta, a imponer claúsulas de exclusividad y a exigir cuantiosas indemnizaciones si se incumplen en concepto de daños morales. Miedo. Tanto, que dará para otra entrada.

Pero, ojo, esto no pretende ser una oda a la relaciones abiertas, menos aún a las infidelidades, no es eso de lo que estoy hablando. Me refiero a que "el espíritu del amor es un espíritu de libertad: cuando el amor es más fuerte que el ego ya no hay que preocuparse de la moral, ni del deber, ni de la obligación; ya sólo hay que actuar por amor, y eso basta".

En definitiva, y con esto doy por terminado la temática Amor, en nuestra vida afectiva de lo que se trata es de intentar elevarse desde el amor más fácil, que también es el más importante, el más fundamental, el más fuerte (eros: primado de la sexualidad) hasta el amor más frágil, más incierto quizá: la alegría de dar, primero a sus allegados (philia) y, eventualmente, al prójimo (ágape). Esto no lo digo yo, por cierto, lo dice el enigmático libro, por fin revelado: "Ni el sexo ni la muerte: Tres ensayos sobre el amor y la sexualidad", André Comte-Sponville. Muy recomendable.








"La única medida del amor es amar sin medida"
  Bernardo de Claraval 

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